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 Ese lienzo de inefable brillo y aroma que susurra un mar perdido en el viento de mis silencios  Esos espejos que fragantes enloquecen las células en mi aliento Con destellos de las escamas de una mariposa, libre, sublime e inquieta, bebo del portal de tus palabras dónde escondidos están mis anhelos en el refugio de las estrellas fugaces  Con mis huellas dactilares ansío dibujar una autopista que me lleve a las olas de la divinidad del faro que ilumina las horas en las que ya no soy sino pasión  Sucumbo en el volcán de la cumbre del lecho de Freya que enjuaga con sus párpados el jugo de los abrazos que tocan la sinfonía  La sinfonía dónde se funde mi alma que se desvela cayendo una y otra vez muriendo eternamente en los pinceles de Dante y las partituras de Bach  Cuando pronuncias mi nombre soy invierno, eso y mucho más dónde comienza mi amanecer, arropado con tu lienzo y todo aquello que no se ve.
Tu recubrimiento fuerte y la luz perenne que atraviesa las partículas infinitas del desolado momento  Pequeña luz cercana a la estrella divina que da inicio a los días inmaculados Cuando de la ventana de mis silencios el rojo vestido de tus grandes lágrimas se acercan a danzar  Gigantes nubes efímeras que componen la anafórica puerta de entrada a las aguas inexistentes de tus lamentos  En lluvias de anillos dejados en el polvo de lo que ha sido la vacía incertidumbre del abismo de tus palabras inquietas  No quiero esperar a las siniestras horas del aguamarina y turquesa piel del endeble momento que la sangre en tus venas elabora el baile sagrado de tu mirada  Todos en uno, uno en todos, el fuego, el agua, el aire, la libertad, los sueños en la línea que saborizante sucumbe mis miedos y el fantasma dulce que muy pocas veces me abraza en el invierno 
 De manera repentina sueño bajo las gotas frías que destilan las sombras de la nada  Queriendo navegar en el basto abismo del calor de ese espacio en el que surge tu respiración  Encuentro otros barcos en tu puerto y el mágico olor de afrodita me enseguece sabiendo que sus pupilas ya no me miran con la miel del amanecer ardiente Mis huellas dactilares tratan de resurgir de las olas y cuando sueño allí encuentro a Caronte que me espera oculto en el manto de sus sonrisas  Sin salida del tártaro de mis pensamientos me veo abrazando las horas que ya no están  Abrazando sus cabellos que huelen a extraño y hordas de sal
Templo bendito las puertas de tu aliento que en silencio destilan un sabor distinto Como si hablara del silencio de afrodita y la copa de rocío de la piel que habito  El destino inquieto que yace en la guía de tus dedos, no me habla igual, con ese dulzor que borra el blanco de la noche Es bien sabido que los rostros se quedan en las manos y como si hablara de otra persona el fulgor de Arquimedes llena de agua salada mis latidos La espalda de Perséfone tiene sus propias neuronas que recuerdan las uñas con sus dedos y el abrazo de la barca que cierra sus pupilas rosadas. Los muslos, con los brazos, retienen el néctar que una vez estuvo en mi boca y las abejas hambrientas han desovado el invierno de lo que ya no es sereno. para siempre la blandura de los costados hablan de memorias de pureza que son el viento en el que se balancea clementina  Yo que me hago sin ojos, en estas cadenas de esplendores y humedades.
 Porque te amo en las horas que se bañan de silencio  Desde lo eterno y efímero de mi alma Porque el quererte no nace del ego de poseerte Te amo libre, conmigo o sin mí En mis brazos está la cuna que acurruca tus lamentos Amante de tus alas de fénix incandescente, del hilo de plata de tus labios y la luz del abismo oscuro  Del abismo oscuro que derrama tu mirada
El mar mórbido de sus pasos, le han dado una razón ilusoria de que pertenece a las horas del sol cuando camina bajo la luz de una linterna Oigo sus pasos, veo el viento y el brillo en sus ojos cuando dice: "Estoy despierto" "lo veo y es cierto"  Cómo ignorar que el agua no le es útil, que no requiere alimentos El fuego fue su deseo y en su cumpleaños número 300, aún su apariencia sería de menos inviernos  Tomo su mano fría y miramos el firmamento, por la ventana grande que hay junto a las escaleras de la habitación 4 y medio Canta en ruso y llora en silencio, cuando volteo hay una sombra que revuela y su corazón desaparece entre el silencio Veo las cunas, el corredor ya desierto y con duda en mis ojos, vuelvo y camino a mi habitación, pues aún no logré saber, si lo que lleva en su mano es un reloj, o el fragmento de un amuleto que le regaló su abuelo
 Sólo, Con una voz inquieta, agujereada y bañada por un extraño desdén Sube la cornisa de mis pensamientos desechos que ríen sin saber ¿por qué? la luna está aún meciéndose en las escaleras del firmamento Un mar de espejos revoloteando como luciérnagas y su tez es aún blanca y reluciente como la partitura de una caja de música inconclusa Trato de plasmar el ritmo de tus pulsaciones con el tono que produce mi voz al otro lado de las cosas que aún no he notado Viajando en tu mirada veo el eterno anochecer que ilumina el abismo de lo que no logro saber  Y por más que anochece sobre mi piel a medio tejer, solo una cosa es cierta El armonioso ritmo de tus latidos, que componen la única canción que miro, cuando la luz de mis pupilas viaja en el bote de mis suspiros