Templo bendito las puertas de tu aliento que en silencio destilan un sabor distinto

Como si hablara del silencio de afrodita y la copa de rocío de la piel que habito 

El destino inquieto que yace en la guía de tus dedos, no me habla igual, con ese dulzor que borra el blanco de la noche

Es bien sabido que los rostros se quedan en las manos y como si hablara de otra persona el fulgor de Arquimedes llena de agua salada mis latidos

La espalda de Perséfone tiene sus propias neuronas

que recuerdan las uñas con sus dedos y el abrazo de la barca que cierra sus pupilas rosadas.

Los muslos, con los brazos, retienen el néctar que una vez estuvo en mi boca y las abejas hambrientas han desovado el invierno de lo que ya no es sereno.

para siempre la blandura de los costados hablan de memorias de pureza que son el viento en el que se balancea clementina 

Yo que me hago sin ojos, en estas cadenas de esplendores y humedades.

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