Tu recubrimiento fuerte y la luz perenne que atraviesa las partículas infinitas del desolado momento Pequeña luz cercana a la estrella divina que da inicio a los días inmaculados Cuando de la ventana de mis silencios el rojo vestido de tus grandes lágrimas se acercan a danzar Gigantes nubes efímeras que componen la anafórica puerta de entrada a las aguas inexistentes de tus lamentos En lluvias de anillos dejados en el polvo de lo que ha sido la vacía incertidumbre del abismo de tus palabras inquietas No quiero esperar a las siniestras horas del aguamarina y turquesa piel del endeble momento que la sangre en tus venas elabora el baile sagrado de tu mirada Todos en uno, uno en todos, el fuego, el agua, el aire, la libertad, los sueños en la línea que saborizante sucumbe mis miedos y el fantasma dulce que muy pocas veces me abraza en el invierno
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De manera repentina sueño bajo las gotas frías que destilan las sombras de la nada Queriendo navegar en el basto abismo del calor de ese espacio en el que surge tu respiración Encuentro otros barcos en tu puerto y el mágico olor de afrodita me enseguece sabiendo que sus pupilas ya no me miran con la miel del amanecer ardiente Mis huellas dactilares tratan de resurgir de las olas y cuando sueño allí encuentro a Caronte que me espera oculto en el manto de sus sonrisas Sin salida del tártaro de mis pensamientos me veo abrazando las horas que ya no están Abrazando sus cabellos que huelen a extraño y hordas de sal