Tu recubrimiento fuerte y la luz perenne que atraviesa las partículas infinitas del desolado momento 

Pequeña luz cercana a la estrella divina que da inicio a los días inmaculados

Cuando de la ventana de mis silencios el rojo vestido de tus grandes lágrimas se acercan a danzar 

Gigantes nubes efímeras que componen la anafórica puerta de entrada a las aguas inexistentes de tus lamentos 

En lluvias de anillos dejados en el polvo de lo que ha sido la vacía incertidumbre del abismo de tus palabras inquietas 

No quiero esperar a las siniestras horas del aguamarina y turquesa piel del endeble momento que la sangre en tus venas elabora el baile sagrado de tu mirada 

Todos en uno, uno en todos, el fuego, el agua, el aire, la libertad, los sueños en la línea que saborizante sucumbe mis miedos y el fantasma dulce que muy pocas veces me abraza en el invierno 

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